Descubre el papel de las emociones en nuestra alimentación

¡Hola! Como profesional de la nutrición, soy consciente de que la alimentación va mucho más allá de la simple ingesta de nutrientes para satisfacer una necesidad fisiológica. Para muchos de mis pacientes, la comida se convierte en un refugio, un consuelo, una recompensa o incluso un castigo, estrechamente ligada a su mundo emocional. Comprender y abordar esta compleja relación es fundamental para guiarles hacia hábitos alimentarios saludables y sostenibles a largo plazo.

Las emociones, tanto positivas como negativas, pueden influir significativamente en nuestras elecciones alimentarias, en la cantidad que comemos y en el momento en que lo hacemos. ¿Quién no ha recurrido a un “alimento reconfortante” tras un día estresante o ha celebrado una buena noticia con una comida más copiosa? Estas asociaciones, aunque a veces inofensivas, pueden convertirse en patrones arraigados que dificultan el mantenimiento de un equilibrio nutricional y emocional.

El vínculo emociones-alimentación:

Cuando experimentamos emociones intensas, nuestro cuerpo libera hormonas que pueden alterar nuestras señales de hambre y saciedad, así como nuestros antojos. El estrés, por ejemplo, puede elevar los niveles de cortisol, lo que a menudo se asocia con un aumento del apetito por alimentos muy palatables ricos en grasas y azúcares, percibidos como “gratificantes” a corto plazo. La tristeza o la ansiedad pueden llevar a algunas personas a buscar consuelo en la comida, mientras que otras pueden experimentar una disminución del apetito.

Este ciclo se mantiene cuando la comida se utiliza de forma habitual como una estrategia de afrontamiento emocional. El alivio o la satisfacción que proporciona es temporal, y a menudo va seguido de sentimientos de culpa, vergüenza o frustración, lo que puede desencadenar un nuevo episodio de alimentación emocional para tratar de aliviar estas emociones desagradables.

Claves para fomentar una buena relación con la comida:

  1. Conciencia emocional: aprender a identificar y reconocer las emociones que preceden o acompañan los episodios de alimentación emocional es clave. En este sentido la práctica de la atención plena (mindfulness) puede ayudar a sintonizar con los estados emocionales sin juzgarlos.
  2. Distinguir hambre física de hambre emocional: es importante educar sobre las diferencias entre las señales fisiológicas de hambre (gradual, acompañada de ruidos estomacales, sin antojos específicos) y el hambre emocional (repentina, específica por ciertos alimentos, a menudo después de un desencadenante emocional). Proporcionar herramientas para pausar y reflexionar antes de comer puede ser útil.
  3. Desarrollar estrategias de afrontamiento alternativas: La comida a menudo se convierte en una muleta emocional por falta de otras herramientas de afrontamiento. Explorar y fomentar actividades placenteras y saludables para gestionar las emociones, es esencial para romper el ciclo de la alimentación emocional. En consulta exploramos todo esto de manera personalizada.
  4. Fomentar la autocompasión: la culpa y la vergüenza tras un episodio de alimentación emocional pueden ser paralizantes. Es importante animar a tratarse con amabilidad y comprensión, reconociendo que todos tenemos momentos difíciles, lo cual es vital para promover un cambio positivo a largo plazo.
  5. Normalizar la alimentación: en la consulta de psico nutrición ayudamos a nuestros pacientes a entender que permitirse disfrutar de sus alimentos favoritos con moderación no es un fracaso, sino parte de una relación sana con la comida. La restricción puede paradójicamente aumentar los antojos y los episodios de alimentación emocional.
  6. Buscar apoyo profesional: en algunos casos, la relación entre las emociones y la alimentación puede ser compleja y requerir la intervención de un profesional de la salud mental.

Como ves, la alimentación y las emociones están intrínsecamente ligadas. Desde Pausa, Salud tenemos un equipo interdisciplinar de psicólogos y nutricionistas que están dispuestos a ayudarte si sientes que las emociones están afectando a tu conducta alimentaria, y, en definitiva, tu relación con la comida.